En el siglo XVII en España, al igual que en los demás países de Europa, y como consecuencia de las guerras, la peste y años de malas cosechas, la pobreza alcanzó niveles pavorosos.
Felipe II había establecido su Corte en Madrid el año 1561, entonces una modesta villa (4.060 habitantes, según el censo de 1530). Pero cuando Felipe III, le devolvió la capitalidad en 1606 (que había traslado a Valladolid en 1603), superaba ya la cifra de 100.000.
Tan rápido y desordenado crecimiento produjo un enorme apiñamiento urbano. Transitar por sus calles, era difícil y de extrema peligrosidad durante la noche, pues la inmoralidad y el desamparo tomaban entonces proporciones aterradoras. Por otra parte, al no disponer de una asistencia médica apropiada, se llenaban las casas y las calles de enfermos faltos de atención.
Fundación de la Hermandad
Este era el ambiente que se vivía en Madrid en el año 1615 cuando se reunían periódicamente varios caballeros, para rezar, con el P. Bernardino de Antequera, jesuita.
En la reunión que mantuvieron el domingo 17 de marzo en el Noviciado de la Compañía de Jesús, levantaron acta de ella, indicando que “se trató del remedio que se podría dar para el socorro de pobres vergonzantes, enfermos y desamparados con extrema necesidad, y para la fundación de un Hospital de Convalecientes, y determinase… se fundase Hermandad, para lo que se acordó que se trajesen de Toledo las constituciones de otra que hay allí fundada…”
En las primeras Constituciones que se crearon, se establecía: “la Hdad. ha de tener por particular instituto llevar los pobres enfermos, así hombres como mujeres, que se hallasen por las calles, y Casas, a los Hospitales, acompañándolos para facilitar su entrada, y pagando lo que costase el llevarlos, cuidando, sobre todo, que ninguno muera sin sacramento”.
Para alcanzar estos fines se instituyó La Ronda Nocturna, que recorría por la noche las calles de Madrid y estaba formada por tres Hermanos, uno de ellos sacerdote, a los que acompañaba un criado que portaba un farol y una cesta con algunas medicinas y una provisión de pan, bizcocho y huevos. Desde entonces se la conocería como la “Ronda de pan y huevo”.
Al realizarse estas Rondas, se recogían niñas abandonadas que eran llevadas al Refugio (albergue) creado por la Hermandad, donde solo estaba permitida una estancia de tres días. Para tratar de paliar esta situación, el 30 de noviembre de 1651 se inauguró un Colegio, con el nombre de Colegio Purísima Concepción. Las edades de entrada estaban entre los 7 y 12 años, y allí recibían una sólida formación; las que no se casasen o entrasen en un convento podían permanecer indefinidamente bajo su protección.
El Hospital y la Iglesia
El Hospital e iglesia de San Antonio de los Portugueses lo crea Felipe III en 1604 a instancias del Consejo Supremo del Reino de Portugal y en 1624 la necesidad del culto y la importancia que adquirió el Hospital aconsejó la construcción de una nueva iglesia. Pasa después esta Institución, tras la separación de Portugal, a llamarse de San Antonio de los Alemanes, con el patrocinio de la Reina Regente Dª Mariana de Austria. Con la llegada de la Casa de Borbón, en 1702, el Rey D. Felipe V hizo donación de esta Fundación, con su Iglesia y todos sus bienes, a la Hermandad del Refugio que ya estaba acreditada por su labor caritativa a los necesitados durante casi un siglo.
La historia de la Hermandad durante los siglos XVII y XVIII sigue paralela a la de la pobreza reinante en España. El Estado se limitaba a la creación de un escaso número de hospitales y orfanatos, y a promulgar leyes para que mendigos, en muchos casos transformados en vagos y delincuentes, no alteraran el orden público. En esta situación, solo la Iglesia era la que podía realizar acciones de caridad de forma generosa y constante; apoyada en las principales ciudades por algunas instituciones privadas.
De las Hermandades establecidas en Madrid, la del Refugio y Piedad fue la que más se distinguió, que ya en 1630, primer año del que se tienen datos concretos, socorrió a 2.250 personas.
En los primeros años, se valió exclusivamente de las aportaciones de sus miembros y las limosnas que ellos mendigaban en las calles, pero como se mostrara insuficiente, se autorizó al Refugio poner cepillos en los domicilios, en las puertas de la ciudad, y se llegó, en 1636, a obtener permiso para hacerlo en barcos y galeones de Indias.
Los ejercicios de caridad que se llevaban a cabo se agrupaban en dos categorías: la primera, de acción continuada entre personas escogidas, consistía en limosnas para enfermos mediante Visitas, Socorros secretos y Aires y baños; la segunda, de socorros inmediatos, fueron las Rondas, Sillas, Incendios, Lactancias, Dementes e Institución oftálmica.
Felipe IV fue el primer Rey que ingresó como Hermano en el Refugio y Protector del mismo. Desde entonces todos los reyes de España se han dignado ser miembros de la Hermandad del Refugio, con excepción de José Bonaparte y Amadeo de Saboya.
En la década de 1790 el Refugio sufrió una crisis importante, paralela a la situación económica por la que atravesaba España. En 1798 por una Real Cédula de Carlos IV se ordena «la venta de todos los bienes raíces pertenecientes a los hospitales, hospicios, casas de misericordias, cofradías…» El Refugio acudió al Rey, y obtuvo la suspensión de las expropiaciones de los bienes pertenecientes a la Hermandad, pero para entonces ya se habían vendido, solo en Madrid, unas catorce de sus casas. Las actas de las Juntas de Gobierno resaltan que el Albergue de la Hermandad del Refugio, con capacidad para 30 personas, acogía por esos años más de 100. (Casas de la Hermandad en 1805).
Situación parecida se produce con las leyes de Desamortización de 1836, pues una ley de 1855 ordena la venta de las propiedades del Refugio. La Hermandad recurrió a los Tribunales hasta conseguir en 1869 una Real Orden que declaró la nulidad de las ventas por no hallarse comprendidos sus bienes en las leyes de Desamortización. Por fin, en 1879 se firmó un acuerdo con el Ministerio de Hacienda en el que se fijaba la cantidad de 3.675.835 pesetas como importe de los bienes que habían sido vendidos, recibiéndose dicha cantidad en Bonos del Tesoro.
Durante los últimos años de ese siglo XIX y principios del XX, la Hermandad continuó ejerciendo los distintos Ejercicios de Caridad: Visitas, Ayudas a Sacramentados, Lactancias, Paridas, Socorros a obreros pobres, Socorros secretos, Incendios y Baños (Archena y Trillo). La Hospedería para acogida de transeúntes siguió abierta con 36 camas (18 para mujeres y 18 para hombres).
Durante la guerra civil (1936-1939), el Ministerio de Trabajo de la República se hace cargo de la Junta y Dirección, y cuando las entidades benéficas fueron disueltas por Decreto en 1937 sus propiedades y personas pasaron a depender de la Delegación Provincial de Bienestar Social. Finalizada la contienda, de todos los ejercicios de caridad que se habían reiniciado solamente uno de ellos se pudo mantener: el ejercicio de Ronda, que consiste en ofrecer cenas a los necesitados y también se pudo reiniciar la actividad del Colegio Purísima Concepción.
En la actualidad
Actualmente el Refugio ofrece 200-300 cenas diarias en el comedor del Refugio (90 de ellas, cenas calientes y el resto cenas semi-frías: bocadillos, pasteles, fruta, bebidas calientes y frías). El colegio Purísima Concepción acoge a 300 niños y con educación concertada impartida por la orden Teresiana.
En 1986 se organizó el Ropero.
El Archivo de la Hermandad, que se conserva íntegro desde su fundación, está siendo digitalizado con financiación de la Comunidad Autónoma de Madrid.
S.S. El Papa Juan Pablo II llevó a cabo la canonización del Padre Pedro Poveda, Hermano del Refugio desde 1930 y a la que entregó una parte considerable de su tiempo hasta que fue fusilado en julio de 1936. Fundó la Institución Teresiana, y a él está dedicada la cripta de nuestra iglesia.
La Junta de Gobierno actual ha solicitado a la Diócesis de Toledo la introducción de la Causa de Canonización del jesuita fundador de la Hermandad, P. Bernardino de Antequera.